El
Continente del Norte, justo al sureste del Gran Imperio Leburan.
A
través de un estrecho canal, el agua desde el Mar Beak fluía al continente
desde el suroeste.
Al
otro lado de ese canal, en la orilla opuesta del Gran Imperio Leburan, se
asentaba la Teocracia Hiruku, la tierra sagrada de la religión predominante de
la humanidad.
Más
allá de la bahía se asentaba la Cordillera Rooteos, la cual bordeaba los tres
países adyacentes. Era esta cordillera la que había protegido al país de
invasión antes de que la religión hubiese sido establecida y obtenido su
influencia sobre las otras naciones del continente.
En
medio de la Cordillera Rooteos estaba una montaña particular llamada Monte
Arthus, que albergaba un depósito de mithril masivo.
Por
siglos, la capital de la Teocracia Hiruku ha enseñado a sus creyentes que la
capital del país era una utopía que nunca sufrió de guerra o ataques de
monstruos.
Mientras
el sistema de gobierno patriarcal desde el tiempo antes de la fundación de la
religión todavía existía, el rey de esta tierra sagrada era solo un rey de
nombre.
La
persona que sostenía el poder real en la Teocracia Hiruku era el Papa, quien
residía en el tempo a mitad de camino hacia el Monte Arthus. Un templo que solo
podría ser alcanzado al escalar la “Escalera de Fe”.
Esos
quienes hacen el viaje arriba al Monte Arthus se cruzan con una masiva catedral
que había sido construida en la cima del acantilado.
La
digna majestad que emitida por la catedral estaba al nivel donde incluso
forasteros podían captar el poder del Papa.
A
pesar de su tamaño, solo unas pocas personas eran permitidas poner un pie
dentro de la catedral.
Actualmente,
los pasos de una mujer podían ser oídos mientras ella caminaba por el piso de
piedra blanco brillante del salón principal.
La
mujer tenía rasgos elegantes y cabello rubio largo, sus reveladoras prendas
blancas enfatizaban sus grandes pechos. A primera vista, su caminata sensual y
ropas reveladoras hacían a la mujer parecer como una bailarina o una
prostituta.
Sin
embargo, los lujosos brazaletes y otros accesorios que adornaban el cuerpo de
la mujer eran cosas que esas clases de mujeres podrían nunca esperar poseer.
Mientras
la mujer continuaba caminando hacia la salida, la sombra de alguien más se
acercó a ella.
El
aparentemente apacible hombre, quien apareció, tenía cabello negro
cuidadosamente diseñado, estaba vestido en túnicas canónicas ostentosas y tenía
una sonrisa en su rostro cuando él reconoció a la mujer hacia la cual él estaba
caminando.
Ambos
se detuvieron en el centro del salón y se miraron el uno al otro.
El
sonriente hombre fue el primero en hablar, pero sus ojos permanecieron fijados
con los ojos de la mujer.
[Oh,
Cardenal Castitas. Es una rara vista verla a usted aquí. Yo estaba seguro que
usted estaba pasando su tiempo pescando hombres en el Imperio Occidental…] Palermo
La
atmosfera alrededor de la mujer nombrada Castitas inmediatamente cambió ante el
insulto del sonriente hombre, aun así, ella todavía se las arregló para
mantener una sonrisa cautivadora mientras presumía su gran pecho al cruzar sus
brazos.
En
la Teocracia Hiruku, aquellos quienes toman uno de los nombres de los varios cardenales
eran los segundos con solo el Papa siendo el primero en términos de poder. El
nombre completo de la escasamente vestida mujer era Erin Luxuria.
Erin
lujuriosamente lamió sus labios mientras miraba al hombre, quien sostenía la
misma posición que ella.
[Ara,
estaba haciendo el trabajo que el Papa me había asignado. Ya que ha habido
movimiento en el oeste, usé una piedra de transferencia para regresar y hacer
mi reporte. ¿No es inusual para usted estar aquí también, Cardenal Liberalitas?
Normalmente usted conlleva su deber sin molestarse sobre la insignificancia del
mundo exterior, aun así, aquí usted esta teniendo una audiencia con Su
Santidad… ¿algo inesperado ocurrió?] Erin
Ante
el empuje de Erin, el rostro sonriente del hombre llamado Cardenal Liberalitas,
cuyo nombre verdadero era Palermo Avaritia, se decoloró.
[¡Hmm!
No seré exiliado al Continente Sureño como ese tonto de Carlos. Los dos
Caballeros Fantasma que envié a recolectar piedras de monstruos de repente se
desvanecieron, por lo que estoy aquí para apelar al Papa por reemplazos.] Palermo
Después
de un breve momento de shock ante lo que Palermo acaba de decirle, Erin dio un
paso delante de él con una sonrisa seria en su rostro.
[Hm~m,
dos Caballeros Fantasmas se desvanecieron. ¿A dónde los despachó? O, ¿usted
simplemente tomó a los Caballeros como un medio para fortalecer sus fuerzas
personales?] Erin
La
sonrisa practicada que había estado en el rostro de Palermo desapareció
mientras una vena azul comenzaba a pulsar en su frente.
[¡Tú…!
¿¡Estás implicando que le daría al papa un reporte falso!?] Palermo
Fue
una repentina inyección de una voz calmada que se las arregló para romper la
tensión entre ellos.
[Eso
es suficiente, ustedes dos.] Papa
Los
dos ellos dejaron de mirarse el uno al otro y rápidamente se arrodillaron en la
dirección desde la cual la voz se originó.
Los
dos Cardenales respectivamente bajaron sus cabezas mientras el Papa de la
Teocracia Hiruku se acercaba.
[Gracias
por su presencia, Thanatos-sama.] Palermo
El
acercamiento del Papa fu casi indetectable mientras él caminaba por el piso
pulido sin hacer un sonido.
El
Papa sostenía un bastón decorativo que era representativo del poder que él
poseía y vestía una túnica incluso más lujosa que los Cardenales.
En
la cabeza del Papa estaba una mitra con múltiples símbolos sagrados cocidos en
ella que solo él era permitido vestir. La mitra también tenía un velo pegado a
ella que escondía completamente el rostro del Papa.
Él
era nada más y nada menos que el hombre detrás del cual la totalidad de la
Teocracia Hiruku se unía, Thanatos Shirubiwes Hiruku.
Sin
remover su velo, el Papa comenzó a hablar a los dos Cardenales.
[Palermo,
creeré lo que dices sobre los Caballeros Fantasmas faltantes, hay unos pocos
repuestos en el sótano. Erin, no ridiculice a sus colegas tanto.] Papa
Los
dos Cardenales bajaron sus cabezas incluso más antes lo comentarios del Papa
Thanatos.
[De
acuerdo al reporte de Erin, el ejército del Imperio Occidental ha sido
movilizado en respuesta a un ataque por el Imperio Oriental. Las defensas del
Oeste estarán esparcidas delgadamente por un rato. Pido que los dos ustedes
continúen con su patrocinio en los días venideros.]
Papa
[Entendemos.] Palermo, Erin
El
Papa les dio a los dos un asentimiento satisfecho a su respuesta antes de
voltearse lejos de los dos.
Mientras
sus pasos hacían muy poco sonido, el tararear del Papa podía ser oído mientras
él se alejaba.
Cuando
él pasó por una ventana una repentina ráfaga de viento sopló hacia arriba y
levantó el velo del rostro del Papa.
Sin
embargo, ni una sola persona siquiera ha visto su rostro.
Muchas Gracias Por Los Capítulos
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